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Reflexiones de Rubén Pérez Cardona (Distonía)

Cuando la RET me pidió este artículo, pensé que era muy complejo escribir acerca de un tema tan controvertido como la Distonía. Por lo tanto intentaré solo y humildemente compartir con vosotros mi experiencia personal y opiniones recogidas en mi camino como trombonista.

Para los que no me conozcan, soy Rubén Pérez Cardona, trombonista nacido en LLauri (Valencia). Estudié Grado Superior en Murcia y luego perfeccioné mis estudios en el Conservatorio de Rotterdam. He trabajado durante varios años en la Orquesta filarmónica de Málaga y ahora dirijo el proyecto de la Academia de Trombón de Málaga junto con Carlos Gil.

Aunque la historia que voy a contaros no tenga relación aparente con el trombón o la música, creo que es muy significativa para lo que quiero transmitir. Así que aquí va.
Hace unos meses empecé a dar clases de tenis. Es de estas cosas que haces para hacer algo de deporte ya que me da la sensación de que la música tiene algún vínculo especial con la falta de movimiento y el sedentarismo. En la primera clase, vi que mi compañero era un hombre de unos 50 años que llevaba jugando al tenis de forma autodidacta desde hace más de 20 años. Yo no había jugado en mi vida. Al que no lo haya hecho nunca, le digo que es de los deportes más jodidos que he probado en mi vida.....es 100% técnica.

De muñeca, de codo, de posicionamiento del cuerpo, de marcar bien los tiempos o, como llaman los tenistas, el “timing”. En las primeras semanas de clase tuve la misma sensación que cuando aprendía a conducir, hay que estar pendiente de demasiadas cosas, tantas que terminas más cansado mentalmente que físicamente. Lo que más me sorprendió fue ver que mi compañero, al contrario de lo que yo esperaba, era el que peor lo estaba pasando de los dos.

Hubo un día en el que el profesor nos iba a enseñar el revés. Pude apreciar que mi compañero de clase hacía un movimiento muy extraño para preparar el golpe, era casi como un movimiento robótico que parecía más propio de “C3PO” (el robot dorado de la Guerra de las Galaxias) que de un tenista. En el momento en el que el profesor le corrigió el movimiento, todo empezó a derrumbarse para él. No sólo no era capaz de corregir el movimiento, sino que mezclaba su movimiento de toda la vida con algunos de los pasos nuevos. El resultado fue un bloqueo tan grande, que fue incapaz hasta de soltar la raqueta. Pude apreciar la cara de rabia y frustración. En palabras textuales suyas:

"Es como si mi mente no me dejara corregir"

Esta frase me hizo pensar. Primero pensé en mí mismo hace 10 años y luego en casos similares que he ido encontrando a lo largo de este tiempo. 
Cursaba los estudios de 1o de Superior cuando empecé a notar los síntomas (tengo que aclarar, desde el principio, que esto no es ningún reproche a ningún profesor, que las cosas que me han pasado a lo largo de mi carrera, tanto buenas como malas, han sido totalmente responsabilidad mía, y que nunca he dudado de la buena fe de los consejos de mis profesores). No fui lo que se diría un estudiante ejemplar durante el Grado Medio, e incluso se podría decir que fui todo lo contrario. No solía hacer mucho caso a las indicaciones de mis profesores y, gracias a cierta facilidad innata, no tuve problemas en superar el Grado Medio. Esto dio lugar a muchas malas costumbres y manías.

Una vez alcancé el Grado Superior, me di cuenta de dónde me había metido y de todas las cosas que había hecho mal hasta entonces. Fue una época de profundos cambios y decepciones. Parecía que nada me salía bien. Justo empezando el segundo trimestre, advertí una extraña sensación de incomodidad cada vez que tenía que empezar a tocar.

Era como un espacio de tiempo vacío que se producía entre que respiraba y empezaba a emitir la primera nota. Por algún motivo que no llegaba a comprender, había una barrera que me impedía emitir la nota cuando yo quería.

Lo que en un principio parecía una mera sensación de incomodidad e incluso de inseguridad, pasó a convertirse en una auténtica pesadilla. Mi reacción automática fue intentar que, al precio que fuese, no se notara. Intentaba por todos los medios que el profesor no notara lo que me estaba pasando. Pero fue imposible, cada vez que me ponía el trombón en la boca y tenía que empezar a tocar, mi cuerpo temblaba y mi corazón se me aceleraba de tal forma que tenía la sensación de que se me iba a salir del
pecho. La situación llegó a tal límite, que para poder empezar a tocar tenía que golpear con el pie en el suelo, e incluso apretando el traspositor varias veces seguidas. Cada vez que conseguía emitir una nota, más bien se podría decir que era un “vómito” musical que una emisión por la violencia con la que salía la lengua. Inventé sendos rituales con la esperanza de salir de aquel atasco, pero lo único que conseguí fue hundirme más en el barro. Por último, y ante la perplejidad de mi profesor ante un caso que él aparentemente no había presenciado nunca, me propuso que soplara las notas sin que la lengua interfiriera en la emisión. Fue una especie de parche que puse, que pareció funcionar, pero por poco tiempo. A las pocas semanas era incapaz de echar aire al trombón.

Recuerdo especialmente un día en el ensayo de la banda de mi pueblo, cuyo sistema de afinación consiste en que el director hace tocar a cada músico de la banda el “Si bemol” y corregir con un afinador de esos “Korg” de toda la vida. La ansiedad que sentía al ver que se acercaba mi turno era tal, que las manos me sudaban. Cuando llegó el fatídico momento, y el director vio que tras un par de intentos ningún sonido salió de mi campana, prosiguió con los demás, atónito ante lo que estaba pasando.
Sería muy difícil describir la humillación que sentí en ese instante. No me atrevería a decir si mi forma de buscar soluciones o consuelo fue lo más acertado y coherente. Ni si quiera me atrevería a afirmar que es lo que la mayoría de la gente haría porque esto, en sí mismo, sería una forma de generalizar algo que no se si realmente está generalizado.

Me explico: mi reacción fue la de buscar a más gente que estuviera pasando por donde yo, o si ya lo habían pasado. Era una forma de buscar no sentirme tan solo. Para mi sorpresa, encontré que uno de mis mejores amigos, también trombonista, había pasado por algo similar. La certeza de saber que no eres un bicho raro creo que, con toda sinceridad, puede ser una de las sensaciones más reconfortantes que existen. Podría decir que esto fue un punto de inflexión que me dio esperanzas. Fue la primera vez que creí realmente que podría salir del agujero.

Poco tiempo después, se cruzó en mi camino el profesor que me condujo a superar realmente el problema. Como ya he dicho antes, no doy afirmaciones porque mis palabras son totalmente subjetivas de mi experiencia personal. Pero sí puedo asegurar que aquél profesor, sea por la razón que sea, dio con la clave para que pudiese superar aquel bache. En mi opinión no existe el profesor que te dé la pastilla mágica de la curación. Si realmente estás dispuesto a superar el problema y a pagar el precio (tanto
económico como emocional), junto con unos consejos positivos y adecuados a tus necesidades en ese preciso instante, puedo casi asegurar la garantía del éxito.

Unos cuantos años después, me encontraba trabajando en una orquesta profesional cuando por primera vez escuché la palabra que tan de moda se ha puesto, DISTONÍA.

En un principio la palabra me sonó a Chino, y un compañero de la orquesta, que según él había sufrido la enfermedad, me explicó que consistía en que los nervios que van de la cabeza a la embocadura, de alguna forma, se “queman” y te impiden poder tocar. La boca no responde.
Aquello me causó algo más que curiosidad. Más bien diría que me causó incredulidad. Puesto que los síntomas que describía se parecían bastante a los que yo había sufrido, me puse a indagar.
Si hay una cosa que siempre he tenido, es una curiosidad infinita por las anomalías, sea cual sea el tipo.
Lo primero que hice fue buscar en Google todo lo referente a distonías. Aparecían vídeos y significados. El significado que más confianza me transmitió, dado la relevancia de las fuentes, fue el de la Asociación de Lucha contra la Distonía en España (ALDE).

“Distonía” es el nombre genérico de un conjunto de enfermedades neurológicas así como de sus síntomas. Éstos, o las manifestaciones físicas, consisten en contracciones sostenidas de músculos en una o más partes del cuerpo. Ello a menudo origina retorcimientos o torsiones de las partes afectadas.”
Estas palabras están traducidas directamente del Doctor Charles H. Markham, M.D., Director científico de la Fundación de Investigación Médica sobre Distonía.

Evidentemente esta definición era muy generalizada y no respondía enteramente a mis dudas, de las cuales la más importante era ¿Sufrí distonía en mi propia persona? Como se ha visto en la definición, he resaltado en negrita la palabra “sostenidas”. Si son sostenidas, ¿significaba esto que los síntomas son permanentes?

Indagando un poco más descubrí que, al parecer, hay varios tipos diferentes de distonía. De todos los tipos de distonia que descubrí, hubo una que me llamo especialmente la atención, la llamada Distonía Focal. Esta, al parecer, afecta a un grupo determinado de músculos. Este tipo de distonía, al mismo tiempo, se subdivide en varios grupos. De entre ellos, hay dos que despiertan especialmente mi curiosidad:
1-El Calambre del Escritor: es una Distonía focal de la mano con contracción de músculos de mano y brazo, durante el acto de la escritura. La mano puede contraerse tan fuertemente que no puede moverse. Tan pronto como se abandona el instrumento de escribir se relaja. Bajo esta denominación se incluyen las Distonías en músicos de diferentes instrumentos que requieren delicados movimientos con los dedos.
2-La Distonía Orofacial-Bucal, llamada Síndrome de Meige: los músculos de la parte inferior de la cara se contraen de forma irregular. A veces los músculos de la mandíbula actúan sobre la boca abriéndola o cerrándola, e igualmente se contraen los músculos superficiales del cuello.

Inmediatamente, al ver estos dos tipos de distonía, me puse en contacto con neurólogos de la asociación en contra de la distonía. Les expuse mi caso con todo detalle, e incluso tuve un par de entrevistas telefónicas.
La respuesta e información que obtuve fue un tanto desalentadora. No sólo no obtuve una respuesta clara sobre lo que a mi me pasó, sino que averigüé que los mismos médicos todavía no conocen muy bien los orígenes de la enfermedad. Ni siquiera si es de origen neurológico o psicológico (como yo sospechaba). Se desconocen los orígenes de estas patologías, pero lo que me da a entender es que, en el caso del síndrome del escritor, la distonía se da sólo cuando intentan escribir o hacer movimientos con la mano, como tocar la guitarra o violín. Y que en el síndrome de Meige son espasmos continuados de la zona bucal, como “tics”.
¿Es posible que tengamos un síndrome del escritor en la embocadura?
Tenía la sensación de estar en un callejón sin salida. Me quedaban muchas dudas acerca del problema.

¿Podía un estado de estrés o ansiedad provocar estos síntomas? ¿Era posible que de repente los movimientos que se habían hecho habitualmente durante años se vieran bloqueados por una atrofia de la información neurológica? 
Algunos científicos defienden que la causa de las distonías son una alteración química de los
neurotransmisores...
Hay un caso en el que la distonía afecta a las cuerdas vocales, provocando la pérdida de la voz. Estas son llamadas “Disfonías”. Al parecer, el origen de esta patología es desconocida, pero según los neurólogos hay personas que tienen tendencia genética a sufrir disfonías (lo cuál requiere un tratamiento médico) y otras personas que, por motivos de estrés o traumas psicológicos, también sufren disfonías. (lo cuál requiere otro tipo de tratamiento).
¿Se Puede llegar a un distonía como músico de viento metal por motivos psicológicos?¿O puede darse también algún complemento genético que las propicie? Todo son teorías.

Los mismos neurólogos de ALDE me recomendaron la Clínica “Art” de Tarrassa (Barcelona). Al parecer se trata de una clínica especializada en patologías en músicos de cualquier índole.
Al exponerles mis teorías al Institut Art, me dijeron que lo primero que hay que hacer en estos casos es descartar el factor físico-muscular. Es decir, había que averiguar si había algún desencadenante de tipo sobrecarga muscular que pudiese estar causando el problema.
Aquí me surgió otra pregunta....¿hasta qué punto una sobre carga muscular puede afectar a un músico?
Según he podido ir comprobando a lo largo de mi carrera, hay numerosos síntomas físicos que delatan que algo va mal. En el caso de los instrumentos de viento metal, conozco un caso muy interesante de primera mano.
En este caso, el músico se enfrentaba a una prueba en la que se jugaba su trabajo. Este hecho es muy importante saberlo porque, como comentaré más adelante el factor psíquico es fundamental muchas veces en los problemas que se suelen tener. Esté músico incrementó sus horas de estudio de forma muy peligrosa. Tanto es así que un día, a primera hora de la mañana, intentó encender un cigarrillo y se le cayó de la boca.
Este hecho no hubiese tenido importancia de no ser porque no consiguió mantenerlo con los labios para encenderlo ninguna de las veces que lo intentó. Evidentemente, cuando intentó tocar su instrumento ninguna nota salió. Había perdido la fuerza en la musculatura de la embocadura.
Según el fisioterapeuta Ángel Juan Trujillo, especializado en fisioterapia deportiva, someter los músculos a una tensión a la que no están preparados puede tener consecuencias graves. Desde distensiones, tendinitis, calambres e incluso espasmos involuntarios. Los músculos pueden perder hasta masa y volumen por un sobre-esfuerzo. En el caso de la embocadura, según Ángel Juan, los músculos no están preparados de forma natural para soportar la presión a la que los músicos los someten. De este modo, es fundamental conocer bien los límites de cada uno y hacer un estudio responsable y cuidadoso.

En resumen y según hasta donde alcanza mi inteligencia, una distonía puede ser tanto un síntoma de algo psicológico como de una enfermedad neurológica. Puede tratarse de algo químico que afecta a la transmisión de información cerebral como de un cúmulo de malos hábitos y, del mismo modo, puede deberse también a un sobreesfuerzo físico. Suponiendo que haya descartado las causas neurológicas y físicas del problema, ¿qué me queda?

El factor psicológico:
Hay una cosa en común que he encontrado allá donde he investigado. Tanto en la Asociación de la Lucha contra la Distonía en España (ALDE), como en mi conversación telefónica con el “Institut de l ́art” como con el fisioterapeuta Angel Juan Trujillo, hay un factor muy importante que puede desencadenar procesos de distonía y dolencias físicas, el factor psicológico.
Según fuentes del Institut Art de Barcelona, a la distonía se puede llegar por un cúmulo de malos hábitos. Lo cuál confirma mi teoría sobre lo que a mí me ocurrió. Por lo tanto, estaríamos hablando de un posible origen psicológico. Esto me llevó al Centro Andaluz de Psicoterapia. Según Julia Atanasópulo, directora del centro, un trabajo de tantas horas y tan repetitivo hace que la mente acabe
mecanizando muchos de los movimientos, los cuales acabamos haciendo casi inconscientemente. Notas largas, arpegios, intervalos, escalas, cromatismos....horas y horas de estudio. Durante años, ¿qué pasaría si durante años hemos estado haciendo un movimiento incorrecto?, ¿qué pasa si de repente tenemos que cambiar un movimiento habitual que hemos estado haciendo durante años?
¿Es posible que el cambio nos produzca incomodidad, que esta incomodidad nos lleve a un estado de ansiedad y que este estado lleve a otro estado de bloqueo?¿Es posible que si nos encontramos en un periodo vulnerable, de crecimiento, seamos más propensos a sufrir estos bloqueos?
Sean cuales sean las respuestas a estas preguntas, todo lo que tengo es mi opinión personal y mi experiencia, nada más. Lo único que me atrevo a decir es que cuando pasé aquella mala racha, lo consideré como tal, nada más. De lo único que me arrepiento es de avergonzarme de lo que me pasó, y creo que ese puede ser un factor agravante independientemente de la situación que cada uno viva. La importancia que se le da y como se afronta. Según mi experiencia, la educación musical que recibimos, lo valores que se transmiten, todos van orientados a la perfección. Parece que el error no sea
admisible en el mundo de la música y, por tanto, las crisis suelen ser sinónimo de fracaso y, en casos extremos, de suicidio musical.
Obtenemos los valores de que hay que superar a los demás, y yo opino que, a quien hay que superar, es a uno mismo. Nos solemos fijar en los demás para envidiar o para adorar, yo opino que nos deberíamos fijar en los demás para aprender solamente. Nos educan para que estemos unos por encima de otros, y yo opino que cada uno por su camino. Solemos pensar que aceptar que necesitamos ayuda es estar estancados, y yo opino que eso es querer avanzar. Nos educan para pertenecer a un clan, a una escuela
determinada, como si fueran sectas, y yo opino que cada músico es libre e independiente de ir a aprender de quién le plazca y de dejar de ir, sin deber nada a nadie. Si no lo dice nuestro profesor no vale nada, si no lo hace Alessi, Lindberg, van Rijen...no vale nada. Solemos seguir modas absurdas, como por ejemplo la moda de mi época era comprobar quién tenía el labio más destrozado para ver quién era el que más estudiaba. Sesiones marationianas de estudio que se siguen pase lo que pase, que hacen que el hecho de parar haga que te sientas culpable. Cuantas más horas mejor. Parece que el estudio sea una carrera de fondo en la que hay que ganar cueste lo que cueste, y esto en mi opinión
puede rozar la obsesión, puesto que el punto de referencia que cogemos siempre es el de otra persona para, en muchos casos, superarla.

Mi pregunta es, ¿Por qué? ¿Por qué se convierte la música en una prueba de resistencia? ¿Por qué no podemos pasar una mala racha sin sentirnos avergonzados? ¿Acaso las crisis no forman parte del ser humano? Continuamente veo casos de deportistas de élite que están pasando por lesiones, momentos duros, les despiden....y siguen. ¿No podemos los músicos, por tanto, pasar una mala racha, una crisis, una lesión, una distonía, un despido...y seguir adelante? Mi opinión es rotundamente sí.

Si en lugar de estudiar 5 horas hoy, mi mente y mi cuerpo dan para 3h, ¿debo sentirme mal por ello?
La fortaleza mental, creer en uno mismo, la autoestima..., como queramos llamarlo. Todo esto es fundamental. Con autoestima no me refiero en ningún momento a creer que somos los mejores (lo cuál podría ser perfectamente egocentrismo), me refiero a estar satisfechos del músico que somos, aceptando que hay gente que llegará más lejos que nosotros, pero que nosotros llegaremos lo más lejos que podamos. Estoy hablando de aceptación en el mejor sentido que esta palabra pueda entenderse. Estoy hablando de aceptar que se requiere ayuda, pedirla, e invertir en aquella gente que pueda darte respuestas válidas. Estoy hablando de la convicción de coger las riendas de tu vida y de tu carrera, que eres autosuficiente para aceptar consejos y luego saber si puedes aplicártelos o no. Si realmente cumplen tus necesidades. Aceptar que no siempre se puede rendir al mismo nivel y que, por tanto, los altibajos forman parte de la naturaleza humana.
No existe la verdad absoluta. Lo único que sé, es que la música es demasiado bonita como para terminar siendo un esclavo de ella. Si en algún momento alguien cree que necesita ayuda, le animo a pedirla sin ningún pudor.
Soy músico y trombonista, y no podría estar más orgulloso de estar donde estoy y de pasar por lo que pasé.
Como decía Platón:
“El hombre que no se enfrenta a adversidades, no conoce su verdadero potencial”.


Artículo cedido por Rubén Pérez Cardona
Profesor 
Contacto y skype: rubenperezcardona@gmail.com
Segunda Parte del Artículo

13 comentarios:

  1. Ruben, soy colombiana, Encuentro este articulo bastante interesante; me gustaria hablar contigo si puedes por skype, pues estoy pasando por una situacion similar hace año y medio.

    Cordial Saludo.
    Daniela.

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  2. Hola Daniela, gracias por tu interés. No tengo cuenta de skype pero podría crear una. De momento aquí tienes mi email:
    rubenperezcardona@gmail.com
    si quieres también me puedes encontrar en facebook.
    Saludos y estamos en contacto.

    Rubén

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  3. Enhorabuena por el artículo, es muy interesante!

    Bravo Rubén

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  4. Gracias Rubén por compartirlo! Un saludo

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  5. Gracias por el articulo. Yo también sé muy bien todavia lo que es esto.

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  6. Rubén que grandes palabras, yo también sufri un episodio pequeño de distonia ya lo he superado después de año y medio, estas cosas que nos suceden definitivamente cambian la manera en que vemos la música y su proceso, un abrazo desde Colombia y gracias por compartir esas palabras que nos ayudan cada día a ser mejores músicos y personas!

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  7. Enhorabuena por el artículo Rubén, seguro que puede ayudar a muchas personas que estén pasando por un mal momento.... Bravo!!!!!
    Dani Perpiñán

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  8. B2uenísimo RUBEN, "LA EXPERIENCIA ES LA VIDA " ABRAZOTE DESDE VENEZUELA N A M A S T E

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  9. Rubén, eres un crack, y me alegro de tenerte como amigo.
    Nunca dejaremos de aprender.
    Enhorabuena por el artículo. (Enhorabona mestre!)

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  10. articulo buenisimo ruben espero que venga bien a mucha jente

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  11. Hola ruben y amigos y compañeros de la musica.ruben soy de malaga guitarrista flamenco llevo 2años con esta kk en mi mano perdi la coordinacion de mis superdedos ahora mismo son super emancipados como cuando un hijo se va a vivir independiente a su casa jajaja q hace lo q le da la gana.bueno total q estoy desesperao y no encuentro salida.me salen ofertas de trabajo y tengo q decir q no puedo...q impotencia siento AYUDA POR FAVOR NECESITO SER YO OTRA VEZ.

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  12. Un artículo fantástico, aleccionador como pocos, sincero e íntimo, de esas cosas que no se suelen contar, las lleva uno siempre dentro y no las cuenta. Un campeón, gracias por compartir tus experiencias y vivencias en el mundo de la música, como alumno primero y luego como profesional trompetista. Yo toco el saxofón y sé muy bien de lo que hablas. Gracias por compartirlo, saludos de Pipo López.

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